martes, 28 de febrero de 2012

Qué risa, es el infierno

 
Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer
(A supposedly fun thing I’ll never do again)
David Foster Wallace
Mondadori
Traducción de Javier Calvo
Barcelona, julio 2011.


Algo supuestamente divertido… es una obra enloquecida, cáustica en ocasiones, aunque también tierna y entrañable por momentos. A medio camino entre el diario y el ensayo, el libro nace por encargo de la Harper’s Magazine, en la que Foster Wallace colaboraría varias ocasiones. La revista publicó en 1996 algunos extratos bajo el título de Shipping Out: On the (nearly lethal) comforts of a luxury cruise y para el encargo desembolsó más de tres mil dolares para que el autor norteamericano pasara una semana a bordo del Zenith, un crucero de lujo por el Caribe. Un encargo que, desde el primer momento, despierta los recelos y el desconcierto del escritor, que acepta la tarea como quien acepta bajar a los infiernos: con miedo pero con curiosidad.

No paran de decirme –por teléfono, de barco a tierra, con mucha paciencia-, que no me preocupe. Creo que la gente de la revista son un poco falsos. Dicen que lo único que quieren es una especie de gigantesca postal basada en mi experiencia: ve, sumérgete en el estilo de vida caribeño, vuelve y cuenta lo que has visto (pág. 8).

El desconcierto será, durante todo el libro, la postura primordial de Foster Wallace ante los excesos y la ridícula rutina del crucero. La obra tiene algo de crítica sutil al lujo desenfrenado y al american way of life (especialmente destacable es su relación con otros pasajeros americanos, el colmo del hedonismo, “la única especie de bovino carnívoro que se conoce en el mundo”), pero no es ese el objetivo primordial del autor, ya que durante todo el libro se sitúa en una posición idéntica a la del resto de pasajeros. A pesar del desconcierto, disfruta de la comida, del servicio de habitaciones, de las miles de toallas mullidas de la piscina… Foster Wallace casi nunca critica de forma abierta, es más el pasmo ante tal despliegue de mecanismos en pos del placer lo que expresa. El resultado de su estancia en el crucero se asemeja a la visión que un extraterrestre podría ofrecer, pura y absoluta curiosidad ante ese templo, ese palacio del placer, del no hacer absolutamente nada.

David Foster Wallace (1962-2008)

Interesante resulta también su análisis acerca de la publicidad de los cruceros. Es en dicho fragmento donde el autor escribe las líneas más filosóficas, reflexionando acerca del papel de dicha propaganda así como del significado final de la existencia de un crucero que le permite a uno comer en el buffete libre veinticuatro horas al día.


Esta clase autoritaria –casi paternal- de publicidad lleva a cabo una clase muy especial de promesa, una promesa diabólicamente seductora que resulta bastante honesta, porque es una promesa que el Crucero de Lujo está dedicada por completo a honrar. La promesa no es que ustedes pueden experimentar un gran placer, sino que lo van a experimentar. Que van a asegurarse de ello. Que van a microgestionar cada pizca de todas las opciones lúdicas de forma que ni siquiera la acción horrible y corrosiva de sus conciencias adultas, sus iniciativas ni sus miedos puedan joderles la diversión. Sus problemáticas capacidades de elección, error, remordimiento, insatisfacción y desesperación van a ser eliminadas de la ecuación. Los anuncios les prometen que van a ser capaces –por fin y de una vez- de relajarse realmente y pasarlo bien, porque no van a tener otra opción que pasarlo bien.


El autor utiliza varios recursos formales para desgranar su experiencia a bordo del Zenith. Por un lado, inicia el relato con un flashforward, recordando decenas de detalles que ha visto y experimentado durante la semana, elaborando un collage vertiginoso y surrealista. Por otro lado también utiliza las notas a pie de página, a veces con un detallismo extremado –para ennumerar qué barcos o cruceros componen la flota de una determinada compañía-, a veces para encauzar sus disgresiones, en ocasiones con fines puramente humorísticos.

Estamos, pues, ante una obra de no ficción diferente, que se adscribe más bien a un punto de vista curioso e integrador –cualquier cosa puede caber dentro de las reflexiones del autor, de las más profundas a las más cotidianas y nimias- como medio para críticar la insatisfacción endémica del modelo de vida americano. Es, asimismo, y debido a su sentido del humor y estilo firme y efectivo, una obra recomendable para aquellos que quieran acercarse por primera vez al ya fallecido autor estadounidense, uno de más importantes nuevos escritores norteamericanos, con obras clave para entender la nueva narrativa norteamericana como La broma infinita, La niña del pelo raro o Entrevistas breves con hombres repulsivos.

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