martes, 28 de febrero de 2012

Juan Sardà, periodista y escritor: “Me sé los cumpleaños de todos mis personajes”




Juan Sardà (Barcelona, 1976), periodista forjado en medios como La Vanguardia, El Mundo, Fotogramas o Rockdelux, publica su segunda novela, Taksim (Suma de Letras), en la que plantea una distopía futurista en la que los seres humanos y los androides conviven. La novela está protagonizada por Jakob, un cineasta famoso torturado por su pasado; Marianne, una periodista especializada en terrorismo que intenta reconstruir su vida mediante la escritura; Paul, que esconde muchos secretos; y Joshua, un androide destinado a hacer feliz a los humanos y que hará uso, sorprendentemente, del libre albedrío.

Entrevista en Taller de Letras


¿Qué importancia ha tenido el periodismo en tu estilo?
Yo he aprendido a escribir gracias al periodismo. Con el periodismo aprendes a escribir, estructurar, comunicar… El periodismo y la literatura son distintos, por supuesto. Pero no tanto. Son vasos comunicantes, y al final se trata de escribir. Los actores dicen que lo bueno de la televisión es que trabajas cada día, de forma constante, y para los escritores sucede lo mismo en el periodismo.

¿Y qué diferencias has apreciado entre literatura y periodismo?

Como periodista, cuando el tiempo apremia para la entrega, desarrollas unos vicios, unas fórmulas que te permiten tirar de ellas cuando que cerrar en media hora, por ejemplo. Eso es peligroso, porque cuando escribes una novela no puedes caer en esas fórmulas periodísticas, ya muy trilladas, que en un artículo periodístico te permiten salir del paso

¿Te ha preocupado que el futuro que retratas en Taksim sea verosímil?
Sí, por supuesto. La cuestión es que el futuro no tiene por qué ser así. Pero nadie sabe cómo será el futuro, con lo cual es absurdo afirmar que será de este modo o del otro. Lo que uno debe hacer es tratar que el mundo que crea sea plausible. Las primeras páginas de Taksim las he escrito muchas veces, porque era muy importante que el lector se creyese ese futuro, esa versión del futuro. Al mismo tiempo, quería crear un contexto donde ese futuro fluyese de una forma sencilla. El trabajo del escritor es conseguir, por un lado, esa verosimilitud y, al mismo tiempo, crear un futuro que no destaque, que sea vivido por el lector como es vivido por los protagonistas: como algo que sucede sin más, como algo natural. Ellos no miran a su alrededor y piensan: “joder, qué futurista”. No, para ellos su futuro es completamente normal.
A partir de ahí, quería perfilar un futuro que tuviera relación con elementos que ya existieran en el presente. Por eso lo hice a setenta años, que no es tanto tiempo.

De hecho, hay partes del relato muy ligadas a la actualidad, con referencias a Bagdad, por ejemplo.
Claro. Pero fíjate: ¿cuántos libros hablan ahora de la segunda Guerra Mundial? El pasado está muy presente. Con el juicio a Garzón se recupera algo que pasó hace setenta u ochenta años. Se habla incluso de antes. Por eso estoy seguro de que en el futuro, en el año 2080, se hablará del pasado del mismo modo. Se hablará, por ejemplo, de la importancia de la Guerra de Irak. Y se asumirá como un hecho histórico relativamente reciente. Y es más: ese hecho histórico tendrá unas consecuencias en el futuro que nosotros ahora no podemos saber, pero para la gente del futuro las consecuencias de esos hechos estarán más claras.

¿Consideras que Taksim es un libro de género?
Creo que aúna dos géneros. Por un lado, el género de la ciencia ficción. Y por otro, también tiene algo de novela de espías y conspiraciones, que siempre me han gustado mucho. La idea era coger géneros populares, como puede ser la ciencia ficción y las novelas de espías, y llevarlos a otro nivel. Hasta cierto punto son género, pero quería darles otra vuelta para llegar a algo más.

Y creo que en parte lo consigues. Las páginas iniciales plantean una historia futurista, pero después el lector se encuentra algo más, en cuanto a profundidad de personajes, por ejemplo.
Es que el género puro y duro está más relacionado con la forma y con el entretenimiento, con la narración fugaz de hechos. Estos libros van de un hecho a otro, pero no se acaba de profundizar en los personajes y su psique. Lo que me apetecía hacer era coger un envoltorio y atrapar al lector para, después, que se encontrase con algo diferente.

¿Cómo construiste el misterio, que en la novela juega un papel muy importante?
Quería poner muchos ganchos para atrapar al lector, sí. Creo que, en ese sentido, es una novela muy construida, hay una serie de enigmas dispersados y que poco a poco hacen que el conjunto tenga sentido… Además, creo que he sido honesto a la hora de resolver esos enigmas, no quería ser tramposo. De nuevo sale la idea anterior, utilizar recursos novelísticos, de género, para llegar a otro lugar, introducendio cuestiones más serias.

En la novela aparecen androides y robots. ¿Tuviste en cuenta la tradición del género de ciencia ficción?
Te voy a ser sincero: no soy un gran fan de la ciencia ficción. No he leído ni a Philip K. Dick. Me hubiese gustado leérmelo para las entrevistas, pero tampoco quiero parecer quien no soy. Yo sé que hay gente a la que le gusta mucho la ciencia ficción, que son auténticos fans, les tengo un gran respeto. Por eso no quiero aparentar lo que no soy: la ciencia ficción es un género del que nunca he sido un gran lector, porque la ciencia ficción tradicional está muy relacionada con la pura reconstrucción del futuro. A mi me dan pereza, por ejemplo, las novelas donde tienes que aprender muchas cosas: cómo funciona ese mundo tan complejo. ¿Tengo que aprender cuál es el protocolo de los robots AK-4? Me da mucha pereza.

Y sin embargo, en Taksim desglosas un buen número de datos del futuro.

En mi novela me interesaba que apareciesen hechos del futuro, como los chips implantados, los robots, un Facebook del futuro… Pero todos esos elementos no son explícitos, forman parte, simplemente, del mundo futuro. Quería que la reconstrucción del futuro fuera el contexto, y no el texto. Y de eso pecan muchas novelas de ciencia ficción: que los asuntos fantásticos se convierten en el asunto de la novela, y todo gira alrededor de ellos, de cómo es ese mundo.

Con Taksim quería evitar un futuro aséptico, quería que mis personajes sudaran. Y que fueran muy similares a nosotros. Estoy seguro de que en el 2080 a la gente le importará si se enamora, si es popular, si tienen trabajo… eso les va a preocupar. Si luego tienen un coche que vuela, eso no va a tener ningún tipo de importancia.

¿Cómo ha sido el proceso de revisión y reescritura de la novela?
Me parece que hay dos tipos de escritores, y que creo que son dos modelos aceptables. Hay escritores que van muy lentos pero muy seguros, que antes de dar una página por buena la revisan mil veces. Yo no. Yo escribo muy rápido, aunque después corrijo muchísimo. Hay días en los que me siento y escribo siete páginas, que es una barbaridad, pero son solo borradores que después debo correjir mucho. Trabajo, habitualmente, por escenas, o capítulos, o módulos: los escribo y después los corrijo. Por eso alguien que me vea escribir puede pensar que voy muy rápido, pero después puedo estar diez días en los que no avanzo nada, porque estoy revisando.

La estructura de la novela recurre mucho al flashback. ¿Utilizas planificaciones?
Hago muchos esquemas. Por ejemplo, en la novela no se dice explícitamente cuál es la jerarquía entre los distintos modelos de robots. Pero el lector, finalmente, lo intuye, porque existe y aparece en la historia de una manera natural. Lo que intento es que la estructura esté tan bien trabajada y cerrada, que no se note, que no se tenga que hacer patente, que respire y fluya.

¿Qué tipo de planificaciones, concretamente, utilizas?
Hago cronologías, sobre todo. Taksim es una historia sin una línea temporal clara, hay mucho flashback. Para hacer esto bien, lo básico es tener una cronología lineal clara. Entonces: ¿la historia empieza en el año 2018, con la Tercera Guerra Mundial? Pues no, en realidad, la historia empieza antes, con el nacimiento del padre de Jakob. Yo sé el día en que nació el padre. Yo me sé los cumpleaños de todos los personajes, aunque en ningún momento lo diga en la novela.

También es una obra con varios puntos de vista, muy corales…
Mi primera novela, Dinámica de los cuerpos eléctricos, estaba muy basada en un solo personaje. Y los secundarios quedaban más desdibujados, porque me interesaba para retratar al personaje principal. En Taksim me apetecía todo lo contrario, crear muchos personajes. Y van creciendo a medida que los escribes. Para ser honestos, además, te diré que los personajes, al principio, siempre parten de alguien…

Jakob, ¿en quién está inspirado?
De mi, claro. Jakob y Paul fueron los primeros personajes que tuve de la novela. Y hasta cierto punto, ambos salen de mí. Los dos expresan partes muy diferentes de mí, los dos extremos: Jeckyll y Mr. Hyde. Aunque creo que todos los personajes tienen algo de ti, y te vas expresando a partir de todos. Aunque bueno, algunos personajes también están muy inspirados en otras figuras, como Joshua.

¿En quien te inspiraste para Joshua?
Pues en el libro de Barack Obama, Dreams of my father. Y quería que fuese un personaje con ética, el personaje más sensato de la novela. Siempre preguntándose qué decisión es la mejor, qué alcance tendrán sus acciones en los otros.

¿Y por qué optas por esa estructura coral de personajes?
Porque me interesa poner en duda la construcción de la realidad. ¿Cuál es la realidad? ¿Lo que recuerda Margaret, la periodista? ¿O lo que recuerda Jakob? ¿O tal vez Paul?

En Taksim se dice que todos los protagonistas son víctimas.
Creo que nos pasa a todos: todos somos víctimas de nuestras circunstancias, y hasta cierto punto todos nos sentimos víctimas. Otra idea que se trabaja en la novela es que todos somos víctimas de sucesos que ocurrieron hace tiempo, es lo que le sucede a Jakob, por ejemplo, que sigue arrastrando el dolor y el rencor de su padre debido a la guerra. Esclavo de unos hechos que sucedieron en un país en el que no ha estado, a una gente a la que no ha conocido.
Si analizamos los protagonistas, Marianne, la periodista, logra trascender y superar la muerte de su hijo. Pero el resto de personajes, parece que no supera ese dolor. Jakob, por ejemplo, es incapaz de romper con el círculo vicioso del odio y el rencor. No sabe salir de ahí, es un tipo derrotado, un infeliz.

Parece que todos buscan redimirse.
Todos quieren redimirse constantemente, sobre todo Jakob, que es un tipo muy atormentado, y siempre espera algo que lo pueda salvar. Y en eso tiene algo que ver el amor. Son personajes que tienen el corazón roto. Cuando Jakob descubre el gran secreto de Paul, lo que le duele no es saberlo, sino la intuición de que ya lo sabía, pero no lo quería ver. Marianne es diferente, ella tiene el corazón partido porque su hijo ha muerto, y tras eso se dedica al trabajo de manera obsesiva, sin amigos, totalmente sola, porque el dolor aísla. Joshua, en este sentido, es el único personaje que logra hacer algo para cambiar las cosas y que consigue la redención, aunque sea a través del sacrificio.


Hablemos algo más de los personajes. De los androides, por ejemplo, Paul y Joshua.
Los robots lo que tienen es que, en cierto modo, pueden ser una versión mejorada del ser humano. Los humanos somos bastante terribles: traicionamos, engañamos, somos inconstantes… nos destrozamos la vida constantemente. Lo que me gusta es que, efectivamente, los robots tienen una pureza, una grandeza, que no tienen los humanos. De hecho, el acto de mayor grandeza de la novela, el acto más puramente humano, lo lleva a cabo un robot.

Un final de gran violencia, por cierto.
Sí, ahí se encuentra otra de las claves de la novela: como un acto tan violento, de tanta destrucción, tan horroroso, puede ser a la vez una expresión de amor. Es en ese terreno donde las cosas no son tan claras donde creo que un escritor se debe mover.

¿Alguna vez has asistido a un taller literario?
No. Yo he aprendido con el ejercicio periodístico y leyendo. Para mí es importantísimo leer. Lo de los talleres me lo he planteado muchas veces, y no te digo que un futuro no lo haga. He tenido maestros y gente que me corrige, así que me parece estupendo, porque te pone en contacto con otra gente que comparte tus mismas inquietudes. Pero insisto en que lo que me parece más importante, más allá de querer escribir, más allá de querer expresarte y publicar, es tener amor por la literatura. Que te gusten los libros, que te guste leer. Por eso un buen escritor es un buen lector. Sino, la escritura se convierte en autoterapia, en algo muy onanista.

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