jueves, 29 de marzo de 2012

Apuntes sobre una vida oculta


JD Salinger, una vida oculta
Kenneth Slawenski
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores
Barcelona 2012
549 páginas

Aquí algunos conceptos que me han parecido muy interesantes de la última de las biografías
de JD Salinger, escrita por Kenneth Slawenski.

- Resulta sorprendente comprobar como muchos de los intereses de JD Salinger se alejaban de la literatura. En su infancia al autor le apasionaba el deporte y actuar. Más tarde, ya convertido en escritor, se interesaría por el ejército, donde encontraría la disciplina y el método que más tarde aplicaría a la escritura.
- Salinger recibe varias negativas de las revistas de la época (Story, The New Yorker) que hieren su ego. Entonces se desata un triángulo vicioso recurrente durante la vida del autor: los desengaños creativos hacen que busque refugio en el amor y, a su vez, los desengaños amorosos hacen que abrace sus tareas militares con más vehemencia.
- La gran paradoja de Salinger: su amor por Oona O’neil, hija de una familia rica que representa todo lo que el critica en sus relatos. Amar lo que se desprecia, añorar un mundo al cual se quiere pertenecer, un ambiente y sociedad que ridiculiza en sus escritos. Abrazar la parte de uno mismo que avorrecemos.

- Los años que Salinger pasa en el ejército son claves para el desarrollo de su actividad literaria y búsqueda de su voz narrativa. Su prosa evoluciona hasta dar con la observación típica salingeriana. Los personajes no son héroes porque no quieren. El autor eleva la cotidianeidad y actos nimios a actos heróicos, donde la bondad de la condición humana alcanza todo su esplendor. “Para el Salinger de 1944, el reconocimiento de la nobleza en los actos sencillos se había convertido en una filosofía consciente y constituía una fuerza para su trabajo” (pág 109). En el infierno que vive Salinger tras la guerra, consigue erigirse por encima del drama, enfocar sus relatos hacia el optimismo y la belleza antes que a lo sórdido y la desesperanza. Para ello, recurre al silencio –nunca explicaría su experiencia en la guerra- y a las filosofías zen. Ambas le acompañarían durante el resto de su vida.

- A propósito de lo zen: el elemento new age o religioso se encuentra muy imbrincado con la obra y la concepción de la vida de Salinger, hasta el punto en que algunos relatos son concebido íntegramente como herramientas para comunicar esas ideas. Obsesionado con los valores del honor y la integridad, el autor abraza la filosofía hindú como fórmula para preservar la pureza y espiritualidad en su obra. Más allá de anécdotas personales, la asunción de estas filosofías por aparte de JD Salinger le llevan a considerar su trabajo un mandato sagrado, cuando no divino. Se siente escritor de Dios, un medio para plasmar la belleza y le espiritualidad en sus escritos. Ya en El guardián..., pero especialmente después, en Nueve Cuentos y en Franny y Zooey el autor se propone articular su obra alrededor de un objetivo primordial: la búsqueda de la espiritualidad. Para ello, retrata a menudo personajes radicalmente opuestos para encarnar, por un lado, la belleza y la profundidad mística y, por otro, la vulgaridad, hipocresía y avaricia del mundo moderno. Sin embargo, la gran virtud de Salinger reside en contrarestar o matizar ese discurso religioso y colocarlo en el subtexto, de manera que muchas de sus obras, una vez publicadas, recibieron varias interpretaciones, algunas de ellas totalmente alejadas de la voluntad creativa del autor. Así sucedió, por ejemplo, con Franny, que para mucha gente resultó, simplemente, un relato donde se debía intuir que ella estaba embarazada.
- El libro se sucede de manera cronológica, aunque Slawnski anticipa de manera notable sucesos futuros y religa, muy apropiadamente, el presente con hechos pasados. Una escena impecable: Salinger totalmente destrozado ante el televisor, contemplando el desfile fúnbre por J.F. Kennedy. En la escena Slawenski funde, sutil pero de manera indeleble, el duelo nacional y la procesión militar con los demonios bélicos que Salinger había enterrado durante 20 años y que, de forma abrupta, vuelven a aflorar.




- Slawenski también describe de manera sistemática y pormenorizada la conflictiva relación del autor con la prensa y con los editores. Al menos tres editores llegaron a ser confidentes del autor o, al menos, personas cercanas y de confianza. Con las tres, progresivamente, Salinger se sintió decepcionado. Ya en 1965 Salinger constituía uno de los autores norteamericanos más influyentes, con unas cifras de ventas de libros astronómicas y unos contratos editoriales impensables para la época – 75.000 dólares anuales, por ejemplo, en base a un acuerdo de exclusividad de primera lectura por parte de The New Yorker-. Una golosina para los editores. Algunos de ellos engañaron a Salinger para conseguir mayores ventas y beneficios de sus libros. Otros, simplemente, fueron incapaces de satisfacer las cada vez más exetnsas y escrupulosas condiciones que Salinger imprimía a sus contratos editoriales, y que prohibían a la editorial hacer cualquier tipo de publicidad, a incluir fotos del autor, ninguna reseña positiva o negativa y, de hecho, ninguna información biográfica que no fuera aprobada por el propio Salinger – que, a menudo, por cierto, disfrutaba sembrando la duda acerca de sus datos biográficos-. Salinger incluso llegó prohibir ilustraciones en sus libros, un derecho que extendió a sus traducciones a lo largo del mundo y que ha provocado que muchas de las ediciones sean parcas en dibujos y fotografías, y que a menudo contengan tan solo tipografías sobrias sobre un color.

- En parte de esas decepciones y de la distracción que supone ser un autor de culto se deriva el silencio del escritor, que inició tras la publicación en The New Yorker con Hampwoth 6, 1924 y que no rompió nunca. Paradojicamente, como en un proceso de retroalimentación, cada paso que Salinger daba para preservar su intimidad o controlar su obra despertaba un mayor interés en la sociedad, a lo que él respondía con un silencio más profundo y un control acérrimo sobre sus obras. El proceso llega al paroxismo con una secuela sueca de El guardián, donde Salinger acusó y demandó al autor -y ganó- por violar los derechos de autor que tenía ya no sobre una obra, sino sobre un personaje: Holden Caulfield.
- Personaje inasible: imposibilidad de conformar una imagen certera del autor. Es en uno de los pocos aspectos en que Holden y Salinger se parecen: así como Holden es un personaje para cada lector, Salinger parece adquirir también una forma líquida y convertirse en un prisma con muchísimas caras, todas ellas complementarias, a menudo contradictorias.
- Tras su muerte: apropiación de El guardián entre el centeno como pilar central de la cultura estadounidense. De hecho, en youtube se pueden observar cientos de vídeos en los que personas de todas las edades leen fragmentos del libro. Y todos ellos parecen ser Holden Caulfield.

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